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Inico Letras

Palabra y cuerpo, indivisibles en esencia (sobre “Azulinaciones”, de Natasha Salguero)

¿Grandes libros escritos en Ecuador que se deben recuperar? Sí, esta novela es una de esas joyas que se deberían leer siempre.

Redacción por Redacción
18 de febrero de 2022
en Ideas, Letras
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Palabra y cuerpo, indivisibles en esencia (sobre “Azulinaciones”, de Natasha Salguero)

Con esta obra, Natasha Salguero ganó el premio Aurelio Espinosa Pólit en 1989

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Texto: Valeria Estrella

Este texto, de la increíble escritora Natasha Salguero, narra el transitar de Graciela para descubrir quién quiere ser. Una serie de incógnitas la desestabilizan, no quiere convertirse en la mujer que la sociedad le postula como ideal, pero tampoco se siente completamente identificada con su grupo de amigos. Desde lo íntimo cuestiona aquello que le rodea, en especial, se interpela a sí misma para vencer sus límites.

“Azulinaciones” es también una novela que vive lo cotidiano, que no necesita inscribirse en el hecho excepcional para ser memorable. La narración nos recuerda que las experiencias más sobrecogedoras son tangibles, cercanas, y la juventud es el umbral de las primeras vivencias que marcan el devenir del individuo. Graciela está tratando de encontrarse en medio de un ambiente que la violenta, pero que a la vez le es amado. Cada suceso tiene repercusiones corporales, pero sobre todo psíquicas. Buscarse es mimetizarse con el ambiente, combinarse por medio de los sentidos con la naturaleza o las palabras. Son esos métodos los que le permiten continuar, es un tipo de sublimación lúdica e íntima. Sin embargo, no solo hay dolor en Graciela, también resaltan la elocuencia, el humor y un ánimo crítico que está empezando a salir de ella a borbotones para incendiar lo conocido.

El primer rasgo destacable de la narración, a nivel de forma, es la gran cantidad de géneros de escritura empleados. El texto se combina con la canción para poder transmitir aquello que le rebasa o que reside en los estadios de lo innombrable; también, la novela se transforma en un acto dramático para, en medio del estentóreo, distinguir las diferentes voces en fuga; lo epistolar crea una expectativa constante de afectos y reflexiones; los comerciales de productos dan un respiro en medio del caos, mientras los envuelve una atmósfera de humor con la nostalgia de la remembranza; la radionovela hace fluir una pasión instintiva; el guion de video con sus detalles conmueve al espectador; la poesía es aflicción con tonos de luz. Pero las irrupciones y los cambios de tonalidad en la novela no constituyen como tal una fragmentación, sino una multiplicidad. Cada capítulo, con su determinado formato, se distingue, pero una esencia única los circunda a todos. Aun, si se separasen serían reconocibles. Son un cuerpo que grita y si alguien se atreviera a escindir una parte, la hemorragia sería imparable. La novela es cuerpo en argumento y en materia. Aquí, es pertinente abordar a Nelly Richard y su planteamiento sobre la escritura “femenina” como aquella que transgrede, un factor fundamental de ese cambio de paradigma es la irrupción de lo corporal: “Muchas autoras hicieron del cuerpo- del registro de la corporalidad- el abecedario de su respuesta. El cuerpo como primera superficie a reconquistar (a decolonizar) mediante una autoerótica femenina de la letra y de la página” (1993, 40).

Este cuerpo que constituye la novela es vasto porque, además de ser varios en uno,  es capaz de dar vitalidad a otros escritos que le preceden y proporcionarles una extensión. La poética de César Vallejo, entonces, resucita en los labios de Graciela, Julio Verne es amor pueril en la lista de protagonistas masculinos de su vida, Bob Dylan’s dream es el soundtrack de las decisiones fatales. El aparecimiento de este recurso y de las reflexiones metaliterarias, hacen que en primera instancia se cuestione lo finito en la escritura, y que lo literario sea planteado como un discurso vivo en lengua y en trascendencia.

La relación entre el cuerpo y la palabra está de forma vertebral en la novela, pero también en la supervivencia de Graciela. Para la protagonista, la palabra y el cuerpo van a la par. Una intención pulsional atraviesa toda la obra, si no se vocalizan las emociones toda esa fuerza atenta contra el cuerpo. El silencio es escarmiento, Graciela es mártir cuando el miedo es demasiado grande:

Graciela nada elegante sentada en el excusado yéndose en diarrea no tenía fuerzas para llorar o hacer ningún gesto heroico, dramático o desesperado, sabiendo que ese malestar de sus tripas era su habitual reacción de somatizar sus emociones, comérselas y luego cagarlas para poder aparentar una calma sofisticada frente a los acontecimientos. El Maestro enamorado. De otra. (Salguero, 1990, 109).

Esta característica se puede relacionar a lo expuesto por la autora Julia Kristeva: “El dolor de cabeza, la parálisis, la hemorragia, pueden ser el retorno en los órganos de algo reprimido no simbolizado” (2002, 20). Graciela es incapaz de enfrentar al Maestro, de decirle cómo se siente ante su traición y abandono. Su cuerpo se debilita a consecuencia de la ruptura amorosa, cuando vuelve a ver al Maestro solo queda el encuentro carnal y las palabras otra vez se encierran. La única forma en la que ha hallado cierto consuelo es en las expresiones que no requieren su construcción como autora: las letras de otros escritores, se vuelven una especie de lenguaje primigenio que surge de lo sensible. Enfrenta a su grupo de amigos por intermediación de la literatura, en un impulso regurgita las palabras, se libera. Algo parecido ocurre en su soledad cuando las canciones de fondo se unen a sus pensamientos, así no está sola, ya se han dicho, gracias a otros, las frases que se muerde en la punta de la lengua. El consumo de sustancias es la apelación final al cuerpo, a lo instintivo, a ser sin miedo. Volver a la naturaleza es placentero, pero la realidad es más punzante luego de haber abandonado las sendas de lo racional. Graciela quiere sentir paz, una que no puede hallar en lo que otros esperan de ella. Sin embargo, nada de esto es suficiente: Graciela lanza su cuerpo al agua, a lo desconocido. En los lindes de la muerte, acepta que en verdad no quiere morir, se enfrenta a esos miedos que eran llagas. No hay mejor imagen de resurrección que el placer: “Sus pensamientos se ausentan en un orgasmo de oda elemental. Toma conciencia de que su cuerpo nunca llegó al pleno y libre orgasmo” (Salguero, 1990, 194). Es otra la que sale del agua, una que ya no sufre crónicamente. Graciela se ha reconciliado con ella misma.

“Azulinaciones” es palabra viva que no teme ser natural, es cuerpo tiritante de frío en búsqueda de su contenido vital. Los caminos pacíficos son los que desdibujan la realidad en alucinaciones, los más difíciles de transitar son aquellos que deben ser vistos de frente sin panacea alguna.

 

Referencias:

Kristeva, Julia. 2002. Al comienzo era el amor: Psicoanálisis y fe. Barcelona: Editorial Gedisa S.A

Richard, Nelly. 1993. Masculino/femenino: Prácticas de la diferencia y cultura democrática. Santiago: Atenea Impresores Ltda.

Salguero, Natasha. 1990. Azulinaciones. Quito: Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

Tags: AzulinacionesNatasha SalgueroreseñaValeria Estrella
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