Texto: Eduardo Varas C.
Ni bien se termina la intro que dice «Marvel Studios» y la acción arranca. Sam Raimi regresa al terreno de las películas de superhéroes y lo hace con una que tiene de todo: sorpresas, secuencias impresionantes —una detrás de otra—, humor, un buen ritmo y un manejo de cámara que hasta hace pensar que Kevin Feige y compañía han permitido la primera «película de autor» en el UCM —Universo Cinematográfico de Marvel—. Y esta es una certeza a lo largo de todo el metraje de «Doctor Strange in the multiverse of madness».
Porque hablar del Raimi director de esta película es hablar del tipo que hizo la trilogía «Evil dead» y ese deleite llamado «Drag me to hell» (2009). Y eso no es poco. Los filmes más personales de este realizador son la referencia más clara para hablar del tono de esta nueva aventura en solitario de Stephen Strange. Porque aquí, los elementos del horror —especialmente en el tercer acto— son más que evidentes. Así como ese par de sustos que se dan por ahí y que hacen saltar del asiento a los espectadores. Un giro, claro, algo que ayuda a refrescar las fórmulas.
En esta ocasión, Strange debe proteger a America Chavez —Xochitl Gomez— quien tiene el poder de viajar entre diferentes universos, de una fuerza desconocida que busca absorber su poder. Y así, llega el multiverso en todo su esplendor. No es algo que no se haya usado antes. En «Spider-man: No way home» (Jon Watts, 2021) ya se mezclan villanos y héroes de otros universos, pero lo hacen en el terreno del MCU. Esta vez, se abren los caminos a otros espacios. Strange y Chavez van a otro universo, en busca de ayuda, para detener a un rival poderoso, que nadie vio venir. Bueno, a menos que no se hayan leído las notas de medios de los últimos dos años, claro está.
Una historia trágica
El guion escrito por Michael Waldron —productor y responsable de los guiones de la serie «Loki»— es casi un trabajo de relojería. Porque en medio de un recorrido de explicaciones y de escenas en las que los personajes simplifican la trama y actúan heroicamente, Waldron permite que haya un desarrollo tanto en Strange, en Chavez como en Wanda Maximoff —Elizabeth Olsen—. Es la Scarlet Witch el otro eje que mueve esta película, ya que al tener el Darkhold —el libro que obtiene al final de la serie «WandaVision»— se convierte en un motor con capacidad de alterar la realidad y, de llegar a un puerto en el que logra entender su rol en todo.
Waldron consigue con Wanda explorar un camino que hemos visto muchas veces en pantalla, pero esta vez nos duele y provoca. Porque a lo largo de ocho años no hay nadie que no haya invertido algo de empatía sobre lo que ella sufre y padece, al haber perdido a todo ser importante en su vida. Desde sus padres, su hermano, su pareja y, como se ve en «Wandavision»: la maternidad.
Al menos en el caso de Strange y de Maximoff, este filme puede leerse como una tragedia. Pero Raimi no da tiempo para mucho. Se entiende, ayuda a cerrar varias cosas y a explicar por qué los personajes hacen lo que hacen, pero no hay tiempo, solo hay que evitar que todo se destruya. «Doctor Strange in the Multiverse of Madness» es un carrera contra el final, en la que todo se vale. Cualquier redención es un flash, pero es suficiente.
Los sospechosos usuales
Llama la atención cómo, en el segundo acto de la película, se está ante la explosión de cameos que revelan cómo ciertos algo de los rumores que circulaban por ahí dieron en el clavo. Solo diré esto: no esperen ver a ninguna versión posible de Iron-man. Pero sí una posibilidad interesante de introducir una serie de personajes y otros tipos de héroes que ahora ya pueden aparecer, sobre todo porque Disney compró Marvel y Fox, así que todo queda en familia. Hay una serie de proyectos adicionales —aparte de WandaVision— que ayudan a comprender ante lo que se está en esta película. Entre ellos, la serie animada «What if..?», que en esta película tiene un tipo de continuación en carne y hueso.
Esta no es necesariamente la parte más entretenida, pero la interacción entre el Strange que hace Benedict Cumberbatch y esos otros personajes es divertida, sobre todo por quiénes son y lo que representan.
Rachel McAdams repite a Christine Palmer, como en el filme de 2016, y esta vez su rol tiene una importancia mayor. Ella consigue hacer un montón de cosas que van a ayudar al héroe en la que, quizás, sea la secuencia más terrorífica de la película. Y Michael Stuhbarg vuelve a darle vida al Doctor West. Él le da una de las lecciones más importantes a este Strange y que lo distancia del resto de sus variantes en el multiverso.
El héroe, para Raimi, está dispuesto a sufrir las consecuencias de sus acciones o al menos trata de entenderlo así y actuar en consonancia a eso. Y así, entre movimientos de cámara como si fuesen a estrellar ante objetos, primeros planos que desfiguran los rostros y muestran la desesperación de los personajes y hasta de comida que parece bailar, Raimi entrega un filme que funciona, que da miedo por partes y que enfatiza lo absurdo de las cruzadas, por más buena voluntad que exista.
Wong —Benedict Wong— reaparece por sexta vez en una película de Marvel y es un personaje que, eventualmente, debería tener su propia película o serie. Hasta el momento no hay nada en lo que Wong no funcione. Chiwetel Ejiofor reprisa a Mordo, pero esta vez una versión diferente en otro universo.
Pero si hablamos de un sospechoso de siempre, Sam Raimi permite que Bruce Campbell —el recordado Ash de la saga «Evil Dead»— tenga tiempo en pantalla. En un cameo que no solo es chistoso y espectacular. Es casi una especie de guiño preciso al pasado de ambos en común, en medio de una broma que, aunque no parezca, dura muchísimo y no pierde su gracia.
Ah, y me olvidaba, hay una escena en medio de los créditos y otra al final. Así que a no levantarse de las sillas porque la historia no se acaba tan rápido.
Doctor Strange in the Multiverse of Madness
Dir: Sam Raimi
Guion: Michael Waldron
Elenco: Benedict Cumberbatch, Elizabeth Olsen, Rachel McAdams, Benedict Wong, Xochitl Gomez y Chiwetel Ejiefor, entre otros.
Marvel Studios, 2022