Texto: Eduardo Varas C.
Esta es una imagen grabada a fuego en la cabeza. La del doctor Eddie Jessup tratando de no convertirse en esa especie de humano prehistórico en el que se transformaba luego de un experimento al que se sometió. La película de Ken Russell, «Estados alterados», de 1980, nos regaló el primer rol de William Hurt en el cine. Él tenía 30 años. Y ahí estaba él, en el pasillo de su casa, en medio de la noche, lanzándose de una pared a otra, cambiando de forma, como un flash, para permitir que su conciencia humana ganara la partida.
Era una imagen terrorífica, sobre todo por la desesperación. Quería ser humano para no afectar a su esposa. ¿Era quizás una metáfora a la violencia que se genera por acción del hombre? Hoy se lo puede ver desde varias perspectivas. Lo cierto es que triunfa, que se vuelve él, que la transformación acaba y la película llega a su fin, como otro golpe más.
Ver esto, de niño, es acepar que William Hurt va a ser parte de tu vida.
Y vaya que lo fue, durante varias décadas. Hasta hace poco fue parte del Universo Cinematográfico de Marvel, donde interpretó a Thaddeus Ross, el general del Ejército convertido en Jefe del Departamento de Estado en, al menos, cinco filmes —el que hizo que se pelearan todos los Avengers en «Captain America: Civil War»—. Y se enfocó más en el teatro, que en ser parte de la maquinaria de Hollywood. Es decir, fue actor principal por poco tiempo y luego se decantó por roles secundarios. Efectivos, pero secundarios.
Perfectos como el Luis Alberto Molina en la preciosa «El beso de la mujer araña» (1985), de Héctor Babenco, basada en la novela de Manuel Puig. Un personaje como pocos, de los que se impregnan, y que le hizo ganar su Premio Oscar a Mejor Actor.
Hizo a otra gente impresionante, como el Tom Grunick, de «Broadcast News», de 1987. Justos y aventureros, como el patriarca John Robinson en el remake cinematográfico de «Lost in Space» en 1998. O un ser absolutamente demencial como el Richie Cusack en «A History of Violence», de Cronnenberg, en 2005.
Hurt estuvo siempre con nosotros.
Fue un tipo violento y complejo en su vida personal. Algo que empaña el recuerdo. La actriz Marlee Matlin, con quien tuvo una relación amorosa en los 80, en 2009 lo describió como alguien abusivo. Su relación con Sandra Jennings —madre de su hijo Alex Hurt, también actor— terminó en un juicio complicado en 1989. Se casó dos veces y en ambas terminó en divorcio. Personalmente mantuvo el aura de tipo duro. Tuvo tres hijos más.
Públicamente, Hurt respondió lo de Matlin a través de un comunicado, en el que escribió: «Mi recuerdo es que ambos nos pedimos disculpas e hicimos un gran esfuerzo por sanar nuestras vidas. Desde luego, me disculpé y me disculpo por todo el dolor causado. Y sé que ambos hemos crecido a partir de esto. Le deseo a Marlee y a su familia todo lo mejor».
Dos caras y la misma moneda. El mismo monstruo y persona en un solo cuerpo, saltando de pared a pared, para que gane la conciencia. Así es la vida mismo.
¿Congeniamos o qué? Lo aceptamos y lo entendemos. La gente que hace cosa terribles también puede hacer cosas hermosas. Siempre lo supimos. A los personajes de William Hurt se los ama y se los odia, eso es parte de la vida. Parte de nosotros.
William McChord Hurt nació el 20 de marzo de 1950 en Washington. Su padre era diplomático y su madre trabajaba en Revista Time. Sus padres se divorciaron cuando era niño y su madre se volvió a casar con Henry Luce, hijo del fundador de la Revista. Estudió actuación en la prestigiosa Juilliard, junto a Christopher Reeve y Robin Williams. Hoy ninguno de los tres sigue con vida.
Los que nos han marcado en la gran pantalla terminan por irse. Ley de la vida.