Texto: Andrea Itúrburu Calderón*
Who the hell are you to tell me
What I am, and what’s my master plan?
What makes you think that it includes you?
Self righteous wealth, stop flattering yourself.
Reject, Nimrod
Hace menos de una semana murió mi abuelo de noventa y dos años. Lloré cuando le dieron el alta del hospital para que vaya a casa, porque solo había que esperar. Lloré porque sabía que sería muy duro para mi papá y yo estoy en otro continente. No lloré cuando se fue. Mis amigos más cercanos saben que gran parte de lo que soy es lo que me enseñó. Incluso, me atrevería a decir, que él es la razón por la que siempre quise escribir. Mi abuelo era marino y cuando se retiró, se volvió carpintero a tiempo completo. Alguna vez me aseguró que trabajó durísimo en su juventud, para que sus hijos no tengan que ganarse la vida en altamar. Decía que en el océano había peligros que no cualquiera puede entender.
Mi abuelo tenía ideas “locas”, por eso peleaba con mi abuela, que siempre fue más conservadora. Como viajaba mucho, le traía minifaldas, maquillaje y tacones a mi tía que le pedía, a pesar que mi abuela se enfurecía. Se peleaban porque él le decía que aunque la niña se vestía así, eso no significaba que no merecía respeto o que no era una mujer inteligente. Cuando era pequeña le gustaba decirme que nunca permitiera que nadie, mucho menos un hombre, me controle la vida o que mis papás me impidan ser independiente. Él sabía que me gustaba leer desde que aprendí mis primeras frases y me regaló una colección de cuentos infantiles que ahora me duele porque no sé dónde están. Me enseñó a jamás renunciar a mi felicidad, por mucho que a otros les duela o no estén de acuerdo conmigo. En mi inocencia, una vez llegué a creer que mi abuelo estaba loco.
Are you locked up in a world that’s been planned out for you?
Are you feeling like a social tool without a use?
She, Dookie
Mi adolescencia fue muy extraña. Crecer duele más que solo en los huesos. Sin darme cuenta, impulsada por las ideas de mi abuelo, decidí oponerme a todo lo que un adolescente puede rebelarse por aburrimiento. Entré a un colegio católico dispuesta a cuestionar por qué las monjas no podían ser sacerdotisas. Me negaba a aceptar todo lo que sea “tradicionalmente femenino” porque me veía en mi adultez siendo algo más que madre y esposa servicial. Incluso en esa época cuestioné mi sexualidad, porque jamás entendí qué le veían mis amigas a los chicos torpes que les gustaban.
Escuché a Green Day a conciencia por primera vez en el 2005, cuando esperaba que saliera Shakira en unos premios MTV (solo en mi casa sabían que escuchaba a Shakira. ¡Mi reputación no aguantaría que alguien se entere en el colegio que me gustaba la música “de niñas”!). Escuchar “American Idiot” por primera vez fue como una bofetada, a pesar que mis hermanos, que son de la generación x, y me tenían acostumbrada a Nirvana. Yo sabía que ese género musical existía, pero nunca le había prestado atención. Al día siguiente vi un cd pirata de ellos y lo compré. Me obsesioné cuando escuché “American Idiot” completo y algunas canciones de Dookie que la señora del puestito seguramente quemó en el cd porque así se lo bajó en Ares.
Green Day me enseñó inglés y todo el mundo se ríe cuando lo digo porque piensan que es mentira. Tenía quince años y demasiado tiempo libre. Por las tardes regresaba a casa a imprimir sus canciones. Traducía frase por frase porque siempre he preferido las palabras antes que la música (mi madre puede confirmar esto porque me obligó a estudiar violín por nueve años y el instrumento está agarrando polvo desde que me gradué). Veía sus entrevistas obsesivamente hasta que entendía lo que decían. Encontré una comunidad latinoamericana de fans en Internet, que se convirtieron en grandes amigos que aún conservo y con quienes nos vemos en diferentes países cuando Green Day sale de gira. Compartíamos grabaciones raras que encontrábamos, fotos, traducíamos juntos; incluso escribí una trilogía de fanfic algo exitosa de mi teoría de por qué nunca regresaron a Latinoamérica después de su tour en el 1998, que espero que se haya evaporado de la web (después de ese tour, regresaron a Latinoamérica por primera vez en el 2010 y estuve en primera fila, pero esa historia donde pegué, lloré y mordí a gente por veinticuatro horas da para otro texto). Tenía tanta información que creé un fanpage en Facebook con todo lo que encontraba y lo traducía al español. Green Day – Ecuador aún existe, pero también está agarrando polvo porque ya no estoy para esos trotes. Gané 35 mil seguidores orgánicamente en Facebook con mi contenido. Me lo tomé tan en serio, que lo puse en mi currículum porque no tenía experiencia formal. Green Day consiguió que me dieran mi primer trabajo en una agencia de publicidad digital.
I was a young boy that had big plans
Now I’m just another shitty old man.
I don’t have fun and i hate everything
The World owes me so fuck you.
The Grouch, Nimrod
En 2019 me despidieron de una agencia enorme para la que trabajaba. Estaba en un cargo al que le puse mucha energía porque aspiraba formalmente ascender, aunque ya hacía todas las tareas de Social Media Manager y más. Me echaron porque según el Director General Creativo yo no era lo “suficientemente creativa” a pesar que los reportes de la marca decían otra cosa y exactamente un mes antes, le dije en una reunión que no me grite. Había pensado en renunciar antes porque estaba deprimida. Pasé dos años sin leer ni escribir. Me enfermaba de todo y cuando me caché pensando en pastillas para morir, me metí a terapia. Aguanté porque mi plan era hacer una maestría como Project Manager para seguir escalando en el mundo publicitario. Pocas veces me he sentido tan feliz como el día que me confirmaron mi despido. Recibí más dinero de lo que creía. Me botaron un miércoles, me dieron el cheque el viernes. Fue la mejor semana de mi vida.
Regresé a la lectura y la escritura. Aproveché el privilegio de vivir con mis padres y me tomé la segunda mitad del año para hacer nada. Resucité el día que cobré mi cheque. Se fueron las enfermedades raras del estrés y escribí más que nunca. Visité muy pocas veces a mi abuelo en esa época que, a pesar que su cuerpo le daba muchos problemas, tenía la mente lúcida. Mi idea del máster había cambiado. Ya no quería estar en la publicidad, pero tenía miedo porque es lo único que he hecho. Ahora quería estudiar Creación Literaria, algo que postergué por tantos años. Le conté por qué me despidieron muy rápidamente y que quería irme a vivir un tiempo lejos de Guayaquil. Le entendí entre los susurros en los que hablaba porque hasta la voz se le había encogido “Ándate y si no resulta, regresas. Qué mierda”
Stepped out of the line
Like a sheep runs from a herd
Marching out of time
To my own beat now.
The only way i know.
Minority, Warning.
Mi abuelo jamás se hubiera pintado el pelo de verde o hecho un piercing. Él era fanático del tango y el bolero. Al escribir este texto, me di cuenta de todos los valores que compartió con ellos y recuerdo que ser punk es más que una estética. Tanto mi abuelo como Green Day salieron de la clase baja, intentaron tener una mejor vida haciendo lo único que sabían hacer y trabajaron muy duro para lograrlo. Sonrío mientras recuerdo la vez que intentó persuadir a mi mamá para que no me bautice porque para qué la niña va a hacer lo que le diga un cura y cómo se enojaba cuando los sacerdotes daban consejos de matrimonio sin haberse casado nunca. Me imagino a Green Day cantando A fire burns today of blasphemy and genocide, the sirens of decay will infiltrate the faith fanatics mientras él lanzaba su discurso en la mesa y la mayoría se reía porque pensaba que estaba bromeando.
Siempre he dicho que Green Day es el soundtrack de mi vida. La primera vez que me cuestioné todo a conciencia fue gracias a su música. Desde el poder de la religión en el mundo, los políticos, la sexualidad, lo infelices que nos hace vivir bajo las expectativas de la sociedad en la que nos crían, hasta los roles de género. Sentaron las bases para que empiece a informarme. Con ellos aprendí otro idioma, descubrí otros artistas, incluso libros (I am the son of a bitch and Edgar Allan Poe por siempre será mi línea favorita con referencia literaria)
Green Day me acompaña desde los quince años en mi viaje eterno a convertirme en una mejor persona, igual que mi abuelo. De Green Day tengo sus canciones, de él solo las anécdotas juntos. Dicen que con el tiempo, uno olvida la voz de los seres queridos que parten. Al menos sentiré que mi abuelo, de cierta forma, está presente en la música que tanto amo.