Texto: Eduardo Varas C.
En un momento de su show, Danny Elfman se sacó su camiseta y mostró su torso musculoso y tatuado, así como los tatuajes que cubrían casi todo su brazo izquierdo. Y cuando se escribe «torso musculoso» es que a la distancia era sencillo notar que Elfman trabaja su cuerpo. Como si fuera parte de su obra y se lo tomara en serio. El compositor se mueve por varios terrenos y en ese cuerpo lo evidencia.
¿No quiere envejecer? Sería la manera más simplona de decirlo.
Danny Elfman tiene 68 años y no trata de esconderlo. Tampoco hay una crisis de tercera edad en el ambiente. Lo que existe es una forma de congeniar el pasado en el presente. Porque lo que sucedió en uno de los escenarios del festival Coachella, en California, Estados Unidos, fue una suerte de viaje en todas las direcciones posibles de la vida musical de un compositor. Elfman hace ese recuento y su cuerpo tonificado lo coloca en presente. Está aquí y ahora, con fuerza.
Mira hacia atrás y trae esa carrera a la actualidad, como se lo contó a Variety: «La única diferencia es que en los 90 yo saldría al escenario descalzo, pero me hicieron usar un par de zapatos en Coachella por todas las presentaciones que sucedían, una detrás de otra, y ellos no sabían si habría astillas o clavos en el escenario. Pero fuera de los zapatos, quería salir como lo hacía 30 o 40 años atrás y aquí estoy ahora. Y no estoy avergonzado por esto. Es algo así como: sí, soy un hombre viejo. Jódanse, aquí estoy».
Y está. Esa presencia recupera la música de cine y tv que mucha de la gente que creció en los 80 y 90 la tiene adherida en su cerebro. Danny Elfman se convirtió en el otro polo de las bandas sonoras, frente a John Williams. Mientras Williams hace música categórica y grandilocuente, Elfman se decantó por algo más juguetón y oscuro.
Algo que también estaría presente en su obra más pop.
El músico que no estudió oficialmente
Todo está relacionado. Elfman nació en 1953 en Los Ángeles y recién en los años 60 apareció su pasión por la música. Nunca tuvo estudios musicales formales, pese a que pudo tomar clases en CalArts como oyente. En los años 70, luego de viajar por varias partes del mundo, regresó a Los Ángeles y se metió a la troupé artística, The Mystic Knights of the Oingo Boingo, comandada por su hermano mayor Richard.
Con los años, Richard saldría y Danny tomaría el control de lo que se convertiría en una banda que se llamaría Oingo Boingo. Un experimento sonoro importante, en el que el new wave, el ska, el punk, el pop se juntarían a métricas distintas y estructuras musicales que, más que complejas, se podrían definir como atípicas. Danny Elfman tocaba la guitarra, cantaba y componía. Y en los 16 años que estuvieron juntos y en los ocho discos que hicieron, Oingo Boingo siempre fue una fuerza indescriptible, con capacidad de sorprender constantemente.
En la música pop de todo el mundo, hay muy pocas que suenen a Oingo Boingo.
Y fue justamente este trabajo en el terreno de la industria musical que le permitió moverse al otro terreno en el que ha brillado. En 1985, Tim Burton lo convocó para que hiciera la música para su primer filme «Pee-wee’s Big Aventure». Inicialmente, Elfman no sabía qué podía hacer en ese campo, por lo que declinó. Pero luego de la intervención de Steven Bartek, guitarrista y arreglista de Oingo Boing, pudo armar una idea que le entregó a Burton y que le encantó. Ese fue el puntapié de una carrera que ha tenido tantos puntos altos que es difícil de quedarse con algo.
Con Burton siguió trabajando. En 1989 llegó la música de «Batman», que simplemente es magistral y calza como anillo al dedo en la visión del director y permitió la revelación absoluta de un compositor que podía darle sonidos a una idea narrativa, haciéndola que calzara a la precisión. De ahí vendrían más películas: «Edward Scissorhands», «Red Dragon», «The Wolfman», «Wanted», «The Frighteners», «Avengers: Age of Ultron», toda la saga de «Men in black», las dos primeras películas de Spider-man que hizo Sam Raimi, entre decenas más de títulos.
Además, de trabajar en canciones para las producciones de Burton «A Nightmare Before Christmas», «Corpse Bride» y «Charlie and the chocolate factory»; algunas de estas ya clásicos contemporáneos.
Pero si se trata de un clásico, sin duda su trabajo con el tema de la serie «The Simpsons» no puede sino ser considerado un trabajo genial. Y su interpretación el pasado fin de semana en Coachella es la prueba. En una versión en la que junto a sus músicos —entre ellos Wes Borland, de Limp Biskit, el baterista Josh Freese y la guitarrista Nili Brosh— la sacó de su terreno lúdico y le permitió moverse en una sonoridad más de rock and roll.
El rey de Coachella 2022
Danny Elfman iba a ser uno de los platos fuertes de 2020, pero la pandemia interrumpió todo. Dos años después sigue en el cartel y su concierto fue emblemático. Con un set en el mezcló los grandes temas de Oingo Boingo, canciones que ha ido lanzando como solista desde hace varios meses —como la genial «Happy»— y composiciones de su carrera fílmica y televisiva. En una combinación de orquesta y de banda de rock, a veces juntas y en otras por separado. La experiencia fue única.
Porque muy pocos artistas pueden hacer algo de este estilo. Danny Elfman se mueve en un camino de doble vía que no se agota.
Es el héroe de pelo rojo que es capaz de saltar sobre un escenario, a pesar de los 68 años. El tipo con un cuerpo labrado y que es actual, el que compone las canciones de series y filmes que llevamos con nosotros. A Elfman se lo ve con cariño porque es inevitable y este sábado 23 de abril se podrá ver, vía Youtube, y en vivo por streaming la segunda presentación de él con su banda y amigos. Es es lo que importa, ¿no?